Las farmacias rurales luchan por su supervivencia. Belén González-Villamil Llana: unas condiciones especialmente gravosas.

Fuente: El Comercio | Temática: Actualidad |

Pese a las guardias 365 días del año y al continuo descenso de clientes, se niegan a dejar de prestar sus servicios

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Farmacia de Tebongo, en Cangas del Narcea. / L. Á.

DAVID S. FUENTE / LIDIA ÁLVAREZ / LUCÍA RAMOS. VALDÉS/CANGAS/GIJÓN

Una farmacia rescatada y otras doce «al límite», según el Colegio de Farmacéuticos de Asturias. La crisis de los últimos años ha hecho mella en las boticas de la región. Con especial crudeza en las rurales, que llevan tiempo viendo cómo sus clientes envejecen y fallecen sin que exista un relevo generacional. Algo que, unido a «las continuas bajadas de precios de los medicamentos», ha llevado a algunas farmacias a una situación de viabilidad económica comprometida (VEC). Su importante papel en la salud de los ciudadanos motivó que el Gobierno central impulsase una normativa que fija una serie de ayudas económicas para garantizar su supervivencia.

La ayuda que recibe desde noviembre una oficina del Oriente puso a las farmacias rurales en boca de todos los asturianos en los últimos días, pero lo cierto es que poco se sabe de cómo es el día a día de los profesionales que las regentan. «Para empezar, estamos de guardia, es decir, siempre localizables, los 365 días del año, pues al ser la única farmacia del municipio, no tenemos con quién turnarnos», señala Isabel Palacios, titular de la botica de Carreña de Cabrales. Víctor González, que regenta junto a su mujer, Paula Sánchez, la farmacia de Campo de Caso, añade otro aspecto negativo: la gestión de 'stock'. «Hay medicamentos que sólo consume un usuario, y si deja de tomarlo o el médico le cambia la dosis te lo 'comes'. Es muy complicado calcular, pues si fuese muy prudente, no tendría casi nada, y si no, me sobrarían la mitad de fármacos. Hay que tratar de encontrar el punto medio», explica.

Jesús Landeira, exalcalde socialista de Valdés y titular de la farmacia de Brieves desde 1986, va más allá y se muestra poco optimista respecto al futuro de las boticas situadas fuera de los grandes núcleos urbanos. «La zona rural está muerta. No hay ganado, hay poca juventud, cierran los colegios rurales, nos quitan las líneas de transportes...», enumera. Para él, la solución a la delicada situación que atraviesan estos establecimientos pasa por «trasladarlos a los barrios periféricos de las ciudades o abordar directamente los problemas del medio rural con medidas como el fomento de la natalidad».

Jesús Landeira y su hija, Alicia Landeira
Gerentes de la farmacia de Brieves (Valdés)

«Somos un importante pilar del sistema de salud, pues prestamos un servicio de educación sanitaria»

Paula Sánchez y Víctor González
Gerentes de la farmacia de Campo de Caso

«Aquí todo el mundo se ayuda. Si un cliente no puede recoger su medicina, se la lleva otro o el panadero»

Víctor Cedrés
Auxiliar de la farmacia de Tebongo (Cangas del Narcea)

«Con la receta electrónica la gente compra medicamentos aprovechando otros viajes»

Lidia Fernández y Carmen Navarro
Auxiliar y titular de la botica de Soto de Luiña (Cudillero)

«Me encanta mi vida aquí. No entra en mis planes vender la farmacia y marcharme»

Isabel Palacios
Titular de la farmacia de Carreña de Cabrales

«Al ser la única farmacia de todo el concejo estamos de guardia los 365 días del año»

Clientela fiel

Desde Tebongo, en Cangas del Narcea, Víctor Cedrés apunta a la receta electrónica como otra de las culpables de este descenso en las ventas. «Muchos parroquianos ya no tienen que venir tanto al médico y eso supone que, a veces, aprovechen el desplazamiento a Cangas por otros motivos para recoger los medicamentos», señala. A todo esto se suma, en algunos casos, la necesidad de contratar personal, como advierte la titular de la farmacia de Soto de Luiña, en Cudillero, Carmen Navarro.

Sin embargo, y pese a lo negra que parecen pintar la situación estos profesionales, todos coinciden en su deseo de seguir peleando por mantener vivas unas boticas que son mucho más que dispensarios de medicamentos. «Somos un pilar fundamental del sistema de salud, pues prestamos un importante servicio de educación sanitaria. El trato que ofrecemos a nuestros clientes, a quienes conocemos en su gran mayoría, es personalizado, pues estamos al corriente de sus enfermedades y su evolución», señala Landeira.

Para Víctor y Paula, la convivencia con los parroquianos compensa con creces las dificultades a las que en ocasiones hay que hacer frente. «Aquí todo el mundo se ayuda. Si alguien viene de otro pueblo a por un medicamento y en ese momento no lo tenemos, por la tarde, cuando llega, se lo lleva otro vecino o, incluso, el panadero en caso de que no pueda volver a por él. La gente, además, nos valora mucho más que en los grandes núcleos, y son más fieles. No pierdes un cliente por no tener un fármaco en un momento dado, aunque las molestias sean mucho mayores que si sucediese en una ciudad», explican, y destacan también el apoyo que reciben de las cooperativas farmacéuticas. «Si no fuese por ellas, que nos sirven y tratan igual que a nuestros colegas urbanos, mantener esto a flote no sería viable».

En definitiva, la vida de un boticario rural es «muy dura, con muchas horas de trabajo y de guardia», explica Carmen Navarro, pero a la vez tiene algo que engancha: «Esta farmacia es mi gran ilusión. Me costó mucho esfuerzo tenerla, pero estoy enormemente orgullosa de ella y me encanta mi vida aquí, así que no entra en mis planes vender y marcharme», apostilla. Y no es la única.

Unas condiciones «especialmente gravosas»

La presidenta del Colegio de Farmacéuticos de Asturias, Belén González-Villamil, recalcó ayer cómo «las oficinas de farmacia vienen colaborando desde el año 2000 en la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud, más acentuadamente en los años de crisis». Algo que resulta «especialmente gravoso» para la botica rural, agregó, ya que «están ubicadas en zonas de menor población, prácticamente todos sus ingresos son a través de la receta médica y dan un servicio de 24 horas los 365 días del año».

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